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Poquito a poco, sin atragantarles

Estamos a punto de terminar el curso escolar y es momento de hacer balances. Todas las personas que tenemos relación con los centros educativos, sea de una manera u otra, comprobamos el esfuerzo que se están realizando en los colegios y desde otras instituciones para concienciar a los alumnos sobre la importancia de la sostenibilidad y los peligros ambientales que acechan a nuestro planeta, así como de la necesidad urgente de pasar a la acción para revertir esta situación tan amenazante. Sobran razones para hacerlo y nadie duda de que todas estas actividades tienen la mejor intención. Sin embargo, ya se están alzando voces de especialistas como David Sobel o Richard Louv, que alertan sobre la “ecofobia” entre los niños y deben hacernos relexionar: “En nuestro entusiasmo por hacerlos conscientes y responsables de los problemas del mundo, estamos trasladándoles, sobre todo en edades tempranas, el miedo a la naturaleza o al fin del planeta.

Sobel propone acercar más a los niños a la naturaleza dentro y fuera del aula y siempre desde un punto de vista y una dinámica positivas: “Si llenamos nuestras clases con ejemplos de abusos ambientales, nuestro currículo ambiental terminará distanciando a los niños del mundo natural en vez de vincularlos con él. Si la naturaleza está siendo maltratada, no querrán acercarse a ella, no podemos agobiar prematuramente a los niños.”

Menciona también un interesante estudio entre 40 niños de 7 y 8 años de una escuela estadounidense con el que se pretendía que se expresaran sobre lo que es más importante para ellos en la vida. Aquellos alumnos que habían participado durante el curso en un intensivo programa ambiental, eligieron la contaminación, la extinción de especies o los niños sin hogar en la mayoría de sus comentarios. Según los especialistas, no parecían disfrutar del proceso. En el otro grupo, que apenas había trabajado el tema ambiental, eligieron los legos, otros juegos, las casas y las familias como las cosas más importantes de la vida. Ellos, en cambio, en las entrevistas mostraron energía y entusiasmo.

En Alemania se ha constatado algo similar. En las escuelas se implantó un currículo nacional de concientización para aumentar el conocimiento de los niños acerca de los problemas ambientales. El Ministerio de Educación esperaba con ello formar ciudadanos comprometidos, pero los estudios posteriores comprobaron que los estudiantes se sentían desanimados y desesperanzados ante problemas tan grandes, de modo que su tendencia fue apartarse en lugar de participar.

Así, Sobel, resume: “El desafío de los padres y educadores es armonizar las actividades y emprendimientos con las etapas de desarrollo de los niños. El vínculo entre los niños y la naturaleza debe ser el principal objetivo para los niños de tres a siete años. Cultivar relaciones con animales, reales o imaginarios es uno de los mejores caminos para fomentar la empatía durante la temprana infancia. No necesitamos especies en peligro, hay suficientes especies comunes para deleitar a los chicos. Historias, canciones y encuentros con animales son buenas opciones.

Cuando considero los temas apropiados para los niños de primaria, con frecuencia sugiero la máxima de “nada de tragedias hasta cuarto grado”. Los retos medioambientales son demasiado grandes y complicados para los pequeños. Un programa que aborde retos ambientales es más exitoso a partir de esa edad y debe centrarse primeramente en problemas locales. La acción social comienza apropiadamente alrededor de los once años: dinamizar programas de reciclado escolar, redactar normas, planificar y llevar a cabo excursiones escolares con un fin concreto, empezar a tratar problemas globales, son actividades adecuadas en este periodo.

Si queremos que los niños florezcan, permitámosles amar la tierra antes de pedirles que la salven. La tentación de apresurarse es una trampa para padres y maestros. Queriendo hacer mucho demasiado deprisa, infectamos a nuestros niños con nuestra propia impaciencia. Quizás esto es lo que Thoreau pensaba cuando dijo: The more slowly trees grow at first, the sounder they are at the core, and I think the same is true in human beings.*”

 

* “Cuanto más despacio crecen los árboles al principio, más sano es su interior, y creo que lo mismo es cierto para los hombres.”

Henry David Thoreau, escritor, naturalista y filósofo estadounidense

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