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Dame veneno

Tren Alvia Santander-Madrid. Un día de otoño precioso, aunque demasiado cálido para estas fechas. En unas horas asistiremos a la Jornada “Dame veneno”, cuyo objetivo es sensibilizar a la población sobre la comida que nos enferma.

A mitad de camino de nuestro viaje decidimos ir a la cafetería y, casualmente, allí nos encontramos con una madre y su hijo, de unos diez años. Eran las nueve de la mañana. La madre pide el desayuno para el chaval: un zumo de naranja de brik, un vaso de leche con cacao y un donut. La empresa de catering del tren lo llama Menú Dulce, pero el nombre científico sería Bomba de azúcar y grasas saturadas. Varias cosas nos llamaron la atención:

– Fue la madre quien lo eligió
– Por la cara de cotidianidad del niño, sospechamos que era un desayuno habitual para él (vamos… que no puso cara de fiesta)
– Había alguna alternativa: sándwich mixto, vegetal y de atún (muy caros, eso sí)

Dos horas más tarde llegamos a Madrid, el niño y su madre siguieron su camino y nosotros nos dirigimos a la Jornada que, fue larga, densa e interesante. Varios representantes de diferentes colectivos y organizaciones plasmaron de manera clara el despropósito en el que estamos inmersos en algo básico para nuestra existencia individual y como especie: el deterioro de nuestra alimentación y de nuestro planeta.

Escuchando las exposiciones de una y otro ponente, nos acordamos del niño del tren, al que llamaremos David. Cuando nació David, tal y como nos explicaba el doctor Carles Miralles, de Medicus Mundi, quizá tuvo suerte y su madre, los profesionales del hospital y su entorno dieron prioridad a la leche materna. Pero, casi con toda seguridad, a los pocos meses el azúcar entró en su vida a través de los productos industriales (leches de continuación, yogures infantiles, galletas, etc)… y vino para quedarse. Lo dice la Organización Mundial de la Salud, pero también la compañía de seguros Credit Suisse !!??

 

 

David ha crecido en la era de los azúcares añadidos, las grasas insalubres, el exceso de sal y los alimentos procesados (el 70% de lo que comemos). Casualmente, es la era también de las enfermedades cardiovasculares, de la hipertensión, diabetes, sobrepeso, osteoporosis y del cáncer.

Un dato que es fácil de entender: por cada día de buena salud que nos quita el tabaco o el alcohol, la alimentación insana nos quita tres.

 

A David y a su familia no se lo ponen fácil para salir de esa rueda, la poderosísima industria alimentaria se ha encargado de tejer una red de manera que le sea difícil salir de ella.
Ana Echenique, de la Confederación de Consumidores y Usuarios, nos animaba a educar a los niños a ser críticos con la publicidad: “El niño es muy permeable y desde muy pequeño le están dirigiendo un destino como consumidor. El derecho a la educación como consumidores en la escuela sería la gran revolución.”

Carles Miralles, de Medicus Mundi añadía: “Confiamos en comedores escolares que no vigilamos. Cuando somos pequeños el cuerpo aguanta, los problemas aparecen más adelante.”

Pero, entonces ¿por qué la esperanza de vida sigue creciendo? Miguel Ángel Royo, de la Sociedad Española de Salud Pública de Administración Sanitaria nos lo explicaba así de fácil: “Aumenta la carga global de las enfermedades ocasionadas por la mala alimentación en la misma medida que los avances médicos y quirúrgicos y los tratamientos farmacológicos.
Que no haya un nutricionista en cada centro de salud es incomprensible, pero es que es mucho más sencillo tomar una pastilla que cambiar nuestra dieta.
El porcentaje de padres que tienen una visión errónea del sobrepeso de su hijo ha crecido, eso se llama normalización de la obesidad.
Está claro que los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero la industria de los alimentos insanos consiguen convencernos con los precios bajos, pero sobre todo con el marketing. La mayor parte de la población no puede salir de ese círculo.”

Los españoles hasta ahora hemos gozado de la ventaja que nos daba la dieta mediterránea, pero eso también está cambiando. Las dietas tradicionales ya han sido reemplazadas por otras con una mayor densidad energética, más grasa y más azúcares añadidos en los alimentos, unido a una disminución de la ingesta de carbohidratos complejos y de fibra. Otro dato lo aportó Arturo Angulo, de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura): “En España se ha reducido un 80% el consumo de legumbres y el 50% de las que llegan son importadas.” Y aquí aparece otro problema de dimensiones aún mayores: la degradación de nuestra casa, nuestro planeta.

Rafael Hernández, agricultor canario, representante de la COAG en la Jornada, exponía su estupefacción ante la llegada masiva de patatas israelitas a las islas o de los 31 millones de kilos de pollo que llegan cada año a nuestro país procedentes de Brasil. Todos sabemos que esto es insostenible medioambientalmente hablando y Blanca Ruibal, de Amigos de la Tierra, nos recordaba el impacto terrible que las plantaciones de aceite de palma y soja (que se utilizan para elaborar gran parte de los alimentos procesados) están teniendo sobre ecosistemas vitales para la existencia del planeta. Los límites se manifiestan de forma clara.

Cada día desaparecen 250 explotaciones agropecuarias de carácter familiar en España con lo que ello implica de empleo, trabajo, paisaje, cultura y tradición. Europa ha perdido el 27% de sus agricultores. Esa es otra de las consecuencias del sistema de alimentación que estamos creando entre todos: la industria alimenticia, las políticas estatales, transnacionales y nosotros mismos como consumidores.

Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, lo explicaba de una manera muy gráfica: “Necesitamos un cambio de paradigma en torno a la alimentación, similar al que la corrupción ha causado en los últimos años en nuestra sociedad.”

En definitiva, la Jornada puso de manifiesto las principales preocupaciones y demandas que persigue la Alianza por una Alimentación Saludable:

  1. Regulación de la publicidad de alimentos y bebidas malsanas.
  2. Políticas públicas fiscales que abaraten la alimentación sana y ecológica de proximidad y encarezcan la insana.
  3. Etiquetado claro y obligatorio.
  4. Opciones saludables de alimentación y educación en los centros educativos.
  5. Fomento de la agricultura y ganadería local, familiar, social y sostenible.

Todo ello orientado a lograr el derecho a una alimentación sana para la población, base de la soberanía alimentaria.

Regresamos a Santander preocupados y orgullosos a partes iguales. Orgullosos porque nuestro catering es una de las pocas excepciones del panorama nacional que promueven un cambio hacia una alimentación realmente saludable y responsable. Preocupados… por lo mismo.

David, nuestro David, se tendrá que enfrentar a su Goliat. El poder de decidir como consumidor y como ciudadano serán su honda y su piedra.

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¿Quieres saber más?, haz clic aquí: Viaje al centro de la alimentación que nos enferma

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